Una Positio (Positio super Virtutibus - Posición sobre las Virtudes), pronunciada puh-ZEET-see-oh, es un documento -o conjunto de documentos- utilizado en el proceso por el que una persona es declarada Venerable. Es una recopilación de las pruebas obtenidas por una Investigación Diocesana sobre las Virtudes Heroicas de un candidato. La Positio se prepara para su presentación a la Congregación para las Causas de los Santos. Una vez presentada, es examinada por un comité de expertos historiadores y teólogos. Si consideran que las pruebas son adecuadas, pueden hacer una recomendación al Papa para que el candidato sea declarado Venerable.
La Positio oficial para la Causa de Canonización del P. Solanus Casey fue preparada bajo la dirección del Relator de esta Causa, P. Peter Gumpel, SJ. Nombró como su colaborador a Michael Crosby, OFM Cap., quien escribió el Volumen I, la historia biográfica del P. Solanus, y el Volumen III, el tratado sobre las Virtudes. La Congregación para las Causas de los Santos dio su recomendación al Papa Juan Pablo II el 11 de julio de 1995. Su Santidad promulgó entonces el Decreto de la Virtud Heroica y concedió al P. Solanus el título de "Venerable Solanus Casey".
Este decreto eleva a un Siervo de Dios a la segunda etapa de "Venerable" en el Proceso de la Santidad. Los siguientes extractos son opiniones de los Teólogos que estudiaron la vida y obra del Beato Solano para el Decreto.
"La santidad no consiste en cosas extraordinarias, sino en hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien". Estas palabras del Papa Pío XI podrían servir de título a la vida del Siervo de Dios Francisco Solano Casey. La Positio explica las limitaciones del Siervo de Dios de una manera muy realista y creíble. Ningún santo está libre de las limitaciones humanas. Para los fieles, es una cuestión de gran importancia, consuelo y edificación mostrar el camino del Siervo de Dios hacia la madurez en la santidad y la perfección.
En cuanto a las virtudes del Siervo de Dios, son significativas sus siguientes palabras: "Me parece que si sólo correspondiéramos a las gracias de Dios, continuamente derramadas sobre cada uno de nosotros, podríamos pasar de ser grandes pecadores un día a ser grandes santos al día siguiente."
En la vida de los santos veía los modelos para su propia vida. Para el Siervo de Dios, crecer en santidad significaba crecer en el conocimiento de Dios y del prójimo. Significaba también que la fe, la esperanza y la caridad eran esencialmente una porque revelaban la huella de la Santísima Trinidad en nuestras almas inmortales, mientras que su contrario lo demostraban el ateísmo, la desesperación y el odio de la sociedad.
Durante toda su vida, el Siervo de Dios buscó la unidad de los hombres en Dios. Amaba sin límites, discriminaciones ni prejuicios, pues todos eran hijos de Dios. Raza, color, otro credo o convicción, nada de eso importaba. Respetaba la conciencia de todos. Durante la guerra entre Estados Unidos y Japón, nunca se refirió a los japoneses como enemigos, a pesar de que habían encarcelado a su hermano. Siempre estaba disponible para ayudar incluso a los extraños. Los pobres y los enfermos ocupaban un lugar preferente en la vida del Siervo de Dios. Para él, la solidaridad con los hermanos más pequeños era un rasgo distintivo de su Orden, según la enseñanza de la Sagrada Escritura (1Cor 3,4). El sentido de su vida consistía en la gloria de Dios y el servicio a los demás.
- El Siervo de Dios solía pedir a sus hermanas que rezaran por él para que creciera en prudencia. Su sencillez superaba toda imprudencia humana. Como ya se ha dicho, quizá fue algo imprudente al aconsejar la lectura de La Mística Ciudad de Dios, ya que la Iglesia no había aceptado oficialmente el contenido de las revelaciones privadas de María de Ágreda. Pero, subjetivamente hablando, sus intenciones eran ciertamente buenas. A veces se decía que la Sierva de Dios era demasiado compasiva con los pecadores. Pero tomaba como modelo a Jesús, que odiaba el pecado pero amaba al pecador, que rechazaba el error pero amaba al que erraba. No es que no fuera lo bastante crítico, sino que respetaba incluso a los no católicos con el mismo espíritu que la Iglesia ex- presó más tarde en la constitución dogmática del Concilio Vaticano, Lumen Gentium (16): "Aquellos que, sin culpa propia, no conocen el Evangelio de Cristo ni a su Iglesia, pero que, no obstante, buscan a Dios con corazón sincero y, movidos por la gracia, tratan en sus acciones de cumplir su voluntad tal como la conocen a través de los dictados de su conciencia, también ellos pueden alcanzar la salvación eterna."
- El Siervo de Dios estaba muy preocupado por la injusticia, al igual que los profetas del Antiguo Testamento, que rechazaban incluso el culto cuando era expresión de hipocresía, mientras se cometían actos de injusticia contra los demás, especialmente contra los pobres. Era muy consciente de que la justicia exige especialmente que amemos a Dios y a los demás seres humanos. Observó fielmente todos los mandamientos de Dios y de la Iglesia para cumplir la voluntad de Dios. A lo largo de su vida luchó por la justicia y la paz; durante la guerra fría rezó especialmente por la paz.
- El Siervo de Dios mostró su fortaleza especialmente en las dificultades de su vida, ya fuera durante sus estudios o durante su enfermedad. Como sacerdote simple no podía oír confesiones aunque, por sus conversaciones, conocía los sufrimientos, los problemas y los pecados de la gente mejor que los demás. Nunca se quejó, sino que soportó la situación con una entereza verdaderamente heroica. Cuando experimentaba rechazo hacia sí mismo o hacia sus ideales, permanecía en silencio y no ofrecía ninguna oposición. Todos los días estaba a disposición de la gente, a menudo hasta dieciocho horas al día. También ayudaba a la gente a través de sus numerosas cartas. Aconsejaba a los demás con alegría, a pesar de su voz débil y sus problemas respiratorios. En la enfermedad, sobre todo hacia el final, sufrió terribles dolores, y antes de morir tuvo que soportar cuarenta horas de agonía.
- El Siervo de Dios no despreciaba las cosas buenas de este mundo, ni la comida ni la bebida, sino que siempre observaba la justa medida. También practicó la renuncia, nunca fumó. Su templanza heroica se ve especialmente en su gran paciencia. En la Positio sólo se describen dos ejemplos en los que el Siervo de Dios mostró impaciencia. En un caso, algunas personas trataron injustamente de demostrar que se oponía al obispo. En el otro caso, sus cohermanos trataban de impedir que la gente lo viera, aunque él se sentía lo suficientemente bien como para escucharlos y ayudarlos.
Los siguientes extractos fueron muy significativos en el estudio. La práctica heroica de las virtudes por parte del padre Solano se manifiesta en las demás virtudes morales relacionadas con ellas, potencial o subjetivamente: paciencia, humildad, mansedumbre, sencillez, bondad, agradecimiento, etc.
- Para todos los que conocían al padre Solanus, la virtud que lo distinguía de manera absolutamente singular era la humildad. Siempre aceptó con humildad la voluntad de los superiores, incluida la decisión extremadamente difícil y humillante de su ordenación como sacerdote simple. El hecho de que sus dos hermanos, que eran sacerdotes, gozaran de plenas facultades, al igual que sus compañeros, nunca fue tomado como una humillación. Si alguien le decía al padre Solanus que seguir siendo sacerdote simplex era humillante, él respondía: "Para practicar la humildad hay que experimentar humillaciones". Estaba convencido de que el plan de Dios era que siguiera siendo sacerdote simple.
- La sencillez, hermana de la humildad, es también una gran virtud evangélica. De la Positio se desprende que era practicada de manera heroica, como se ve en lo que sigue: "El padre Solanus poseía la sencillez bíblica de la paloma sin tener la astucia de la serpiente. En su profunda fe irlandesa, su práctica católica era la de un niño inocente. Su obediencia religiosa estaba naturalmente unida a la santa sencillez, igual que San Francisco unía estas dos virtudes."
- Con calma y una paciencia heroica, el padre Solanus soportó las numerosas pruebas para
a las que Dios le sometió repetidamente a lo largo de su vida, especialmente como estudiante y en sus últimos años, cuando padeció una enfermedad de la piel. Aceptó pruebas y humillaciones por amor a Jesucristo y se alegró de que se le permitiera compartir su pasión. Consideraba que [el sufrimiento] tenía un valor redentor en la vida del Cuerpo Místico: que ciertas personas son elegidas por Dios para sufrir como apostolado.
- Muchos santos han construido su reputación de santidad como fundadores de Órdenes o Congregaciones religiosas predicando a las multitudes, evangelizando al pueblo, publicando impresionantes obras de teología, etc. La reputación del padre Solanus se construye enteramente sobre la práctica de las obras de misericordia espirituales y corporales. Que un sacerdote simplex, cuyo único púlpito era el despacho principal del convento, al que nunca se le permitió confesar ni predicar, que ejerció su apostolado únicamente con palabras amables, caridad fraterna, amor al prójimo, y con humildad, paciencia y obediencia, todo ello constituye un argumento singularmente válido en favor de su santidad.
En esta consideración final de la vida de Virtud Heroica del P. Solanus, encontramos que estos extractos del Teólogo IX son un resumen muy inspirador de todas sus virtudes. Este teólogo destacó sobre todo el extraordinario amor a Dios y al prójimo del P. Solanus, que impregna todas las virtudes.
Esta virtud, rasgo constante de toda la vida del Siervo de Dios, se manifiesta ante todo en su fiel y auténtica observancia de los mandamientos de Dios y de los preceptos de la Iglesia, así como en su fidelidad a los deberes sacerdotales y religiosos. Su profundo amor a Dios se manifestó en la devoción y el amor a la Iglesia, al Papa y a los obispos, y en su ardiente deseo de ver prosperar y crecer a la Iglesia. Este amor se manifestó especialmente en su profunda gratitud al Señor por su pasión y por el maravilloso don de la Eucaristía.
En sus breves charlas, prefería hablar del gran amor de Dios. Lo mismo hizo en sus escritos: "El amor en sí mismo es bello porque procede directamente de Dios. El amor, sin embargo, cuando es desmesurado en las criaturas, ya no es bello a los ojos de los hombres ni de los ángeles."
El pensamiento del Siervo de Dios sobre esta virtud queda claro en su definición de religión: "La religión es la ciencia de nuestra relación feliz con Dios y con el prójimo". En el transcurso de su ministerio conoció a miles de personas de todas las edades y condiciones sociales, y a todos les demostró su amor a Dios amando a todos en Dios. El Siervo de Dios mostró siempre una extrema compasión por los enfermos y los pobres, viendo en ellos de modo especial la presencia de Dios.
La señal de la Cruz que hacía el Siervo de Dios al comienzo de cualquier trabajo mostraba su recta intención en todas las acciones. Los consejos que daba con espíritu de amor eran seguidos por todos, religiosos y laicos, que admiraban su prudencia y sabiduría. La rara prudencia de la que estaba dotado el Siervo de Dios le permitía orientar todas sus acciones hacia su salvación eterna.
El Siervo de Dios se distinguió siempre por dar a Dios y al prójimo lo que les correspondía. Observó fielmente las leyes divinas y eclesiásticas en la caridad y en el cumplimiento de sus deberes como sacerdote y religioso. Destacaba por su sencillez y sinceridad de corazón. Como descendiente de irlandeses, su profundo sentido de la justicia le llevó a apoyar la lucha de Irlanda en defensa de su libertad. Trataba a todos -superiores, cohermanos y quienes acudían a él- con el debido respeto, reverencia y humildad. Siempre
mantuvo una alta estima y respeto por su familia, mostrando gratitud hacia ellos por su buen ejemplo.
El Siervo de Dios manifestó esta virtud soportando pacientemente humillaciones, penitencias, trabajos, fatigas y toda clase de pruebas y enfermedades en el curso de su larga vida. En la comida y la bebida fue siempre moderado, sin ostentación. Ayunaba casi siempre, pero sin llamar la atención. Aceptaba el ridículo y el desprecio con ecuanimidad.
Practicó esta virtud de manera ejemplar, sobre todo en las pruebas que exigían valor. Es digno de mención el valor que demostró al dejar a su familia para hacerse religioso. Como estudiante, edificó a todos con su humildad y paciencia. Como sacerdote, cumplió heroicamente las humildes tareas que se le asignaron con espíritu de obediencia. De este modo, fue un ejemplo de fortaleza para sus cohermanos. Afrontó con valentía muchos problemas de salud y fue capaz de guiar a otros a aceptar enfermedades o pruebas en sus vidas. Durante su última enfermedad, edificó a todos con el ejemplo de su fortaleza.
El Siervo de Dios, siempre agradecido por el don de su vocación religiosa y sacerdotal, siempre fue visto por sus superiores como un modelo de obediencia.
Al parecer, el Siervo de Dios hizo voto privado de castidad incluso antes de hacerse capuchino. Cuando se hizo portero, siempre trató a las mujeres con circunspección y cortesía. Amaba a los niños por su inocencia y sencillez y los consideraba una bendición de Dios. Era estricto y asiduo en la mortificación de los sentidos, incluido el descanso y la alimentación.
Esta virtud podía apreciarse en las ropas de segunda mano y pasadas de moda que vestía el Siervo de Dios. Siempre se contentaba con lo necesario y se resistía a pedir nada para sí mismo. A su muerte, dejó un baúl con ropa andrajosa y pocos objetos personales, entre ellos un violín destartalado que solía tocar de vez en cuando.
Convencido de que sólo hay un modelo de verdad eterna, Jesucristo, el Siervo de Dios se esforzó siempre por imitar a Jesús, especialmente por su modestia y humildad. Nunca recibió ningún cargo importante de superior electo, sino que aceptó con alegría sus limitaciones de simple sacerdote y religioso. Nunca se precipitó, sino que vivió siempre con sencillez, aceptando las correcciones con calma e incluso con alegría. Colocado en el puesto de portero, donde tenía que tratar con mucha gente, se los atraía a todos por su franqueza y sencillez. Cuando le daban las gracias por algún favor recibido, respondía siempre: "Gracias a Dios".
Considerando atentamente todos los elementos aportados por la abundante documentación sobre la vida, la obra y las virtudes del Siervo de Dios Francisco Solanus Casey, podemos concluir rápidamente, respaldados por una gran cantidad de datos, que estamos ante la figura de un Siervo de Dios altamente cualificado en razón de sus virtudes heroicas: teologales, cardinales y las demás.
Elevar a nuestro Siervo de Dios a los honores de los altares, que tanto merece, sería de gran utilidad para la Iglesia, no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, especialmente hoy, a la luz de las celebraciones que se están programando para el Tercer Milenio de nuestra Redención. He aquí un sacerdote franciscano capuchino que siguió de cerca y fielmente al gran santo de Asís. Aportaría nueva luz y daría un fuerte impulso a los católicos de los Estados Unidos de hoy, influidos como están por el materialismo imperante y seriamente amenazados por una crisis de fe.
Entre las virtudes del Siervo de Dios Francisco Solano Casey destacan especialmente su humildad y su caridad. Aunque su sacerdocio podría haberle capacitado para el prestigioso ministerio de párroco o predicador, con pronta y voluntaria dedicación aceptó el oficio de portero en una gran comunidad de una gran ciudad. Además, desempeñó este oficio a conciencia y con suprema dedicación, ganándose a todos por el exquisito amor que caracterizaba todas sus acciones.